miércoles, 20 de noviembre de 2013

Un día tuve la idea de hacer un blog sobre lectura de bestseller. Luego me dije: mejor que no.

Hay libros que, decididamente, no son gran cosa. Entretienen, te hacen pasar las páginas sin apenas recordar lo que se acaba de leer y después los dejas en un rincón escondido de tu biblioteca o se lo regalas a alguien para que lo lea en el metro. La verdad sobre el caso Harry Quebert es uno de ellos. Confieso que lo leí estimulado por una campaña promocional ("un cruce entre Philip Roth y Navokov", ¿de verdad?) que hablaba del Premio Goncourt para jóvenes y no sé que más de la lengua francesa. Pero es malo, es un libro que se repite, que cansa (¿no podría haber eliminado algunas páginas?) y que pretende mucho pero no alcanza a desarrollar nada. Y luego, espero que sea un recurso irónico (no creo) pero los fragmentos de la teórica obra maestra de Harry Quebert son más propios de un adolescente enamoradizo que de un escritor que, según el narrador, revolucionó la novela americana en los años sesenta. Qué paciencia.

Bukowski antes de Bukowski: Espera la primavera, Bandini

Si Bukowski nos pareció durante un tiempo la modernez absoluta (no hace falta nombrar la legión de epígonos que surgió en la literatura en lengua española hace algunos años), John Fante debería ser entonces la repera. Familia italiana emigrante en los Estados Unidos de la época de la Gran Depresión, ambiente de la América profunda. En Espera la primavera, Bandini demuestra un dominio de la prosa ejemplar. Estilo claro, conciso, oraciones coordinadas y yuxtapuestas.Es una novela de 225 páginas que me leí de un tirón y juro que cuando pasaba las páginas me decía "cojones cómo escribe el cabrón". Si alguien quiere aprender a describir una escena que se lea el cuarto capítulo, cuando María Bandini va a comprar a la tienda del señor Craik y no tiene dinero para pagar las deudas que debe al carnicero. Qué dominio del tiempo y del silencio, de la descripción y del diálogo. Fante hace que nos sintamos María Bandini en esas páginas. Y lo mejor de todo, Fante la escribió en 1938.

Novelas judías: La familia Moskat y Los hermanos Ashkenazi

Un apellido: Singer. Dos hermanos: Isaac e Israel. Dos novelas: La familia Moskat y Los hermanos Ashkenazi. Un único mundo: la Polonia desde principios del siglo XIX a los años treinta, un microcosmos que sería masacrado y borrado de la memoria durante la Shoah. Dos tochos, novelas más decimonónicas que otra cosa: grandes sagas familiares, abuelos, hijos y nietos que prosperan y se arruinan. Isaac apasiona y te hace devorar las páginas, Israel exaspera con su meticulosidad de contable hebreo, su afición desmesurada por los números y los problemas de la industria. Sucede como con las fotos antiguas en sepia, la primera vez que las ves no puedes dejar de observarlas, de amar hasta el detalle más nimio. Luego, cuando la emoción del momento ha pasado, la foto aburre. A no ser, como sucede con Isaac que el tiro sea muy bueno y que se trate de una foto excepcional, de un retrato que evoque con emoción y minuciosidad lo que ya no existe