martes, 28 de enero de 2014

Saliendo de la estación de Atocha, ¿bluff o masterpiece?

Denostada por unos (http://lamedicinadetongoy.blogspot.it/2013/03/saliendo-de-la-estacion-de-atocha-de.html)  y alabada por otros (http://lectormalherido.wordpress.com/2013/03/04/1781/), Saliendo de la estación de Atocha, se convirtió en uno de los libros más importantes de la temporada literaria del año pasado en España (después de despertar una inusitada admiración en el mundo anglosajón, tanto es así que Jonathan Franzen lo eligió entre las novelas mejores del 2011 en el periódico inglés The Guardian http://www.theguardian.com/books/2011/nov/25/books-of-the-year). Editada en nuestro país por Mondadori en enero de 2013, el libro de Ben Lerner narra la experiencia en España de Adam Gordon, joven norteamericano que llega a Madrid en el otoño de 2010 gracias a una beca que le permitirá elaborar un “proyecto poético” y al mismo tiempo estudiar la poesía española de la Guerra Civil. Durante poco más de doscientas páginas asistimos a las correrías hispanas de Adam, sus amores, su descubrimiento de las peculiaridades madrileñas y sus viajes por el resto de la península.
¿Qué tiene de especial entonces esta novela? ¿Por qué toda esa expectación entre los escritores norteamericanos? Para mí lo crucial en esta novela es la mirada, la discreta superficialidad con la que el autor encara la descripción de la realidad y de los acontecimientos remite a un modo de observar España muy recurrente entre los jóvenes que transcurren algún periódico en Madrid o Barcelona. Lerner (que debutó, no lo olvidemos, como poeta) ha sabido, al menos eso, transcribir literariamente la percepción de un americano que realiza uno de sus sueños recurrentes: visitar Europa.
Sin embargo la novela tiene evidentes limitaciones. La concluí con la sensación de que el autor no hubiese sido capaz de ir más allá de un autobiografismo en ocasiones enervante, resultado de una patente falta de imaginación narrativa, como si existiese en Lerner una imposibilidad para afrontar obras de mayor calado compositivo y Saliendo de la estación de Atocha no fuese otra cosa que una acumulación de materiales provenientes de otros proyectos literarios (como sucede a tantos narradores educados en la escuela del postmodernismo, dicho sea de paso).
Porque el parecido de Lerner con Franzen termina en unas gafas de pasta y un pelo discretamente alborotado. De los estupendos artificios novelísticos y de la potencia narrativa que el segundo expuso en Las correcciones o en Libertad, no encontraremos nada.

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