miércoles, 26 de febrero de 2014

La autorreferencialidad dijo basta

Comencé con entusiasmo Zuckerman encadenado pero luego me cansé: Philip Roth jugando a ser Philip Roth. Philip Roth que abusa de su personaje y álter ego Nathan Zuckerman (proezas sexuales, vanidad literaria, vida de escritor). Roth que cansa con su reiteración del universo judío y pequeño burgués de su Newark natal.


El libro se compone de tres novelas breves (La visita al maestro, Zuckerman encadenado y La lección de anatomía) tres novelle que van de más a menos en cuanto a divertimento y en las que destaca uso magistral de la prosa (la linealidad de la prosa Roth y su maestría en las descripciones es necesario reconocerla) y los diálogos (eso sí, en la tradición de la ironía hebrea) pero que enlazadas en un único volumen agotan al lector más paciente. La última novelita tuve que dejarla por aburrimiento generalizado.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Stoner: una rutina apasionante

“William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases. ”

Éste es el centelleante comienzo de una las mejores novelas que he leído en los últimos años. Publicada en Estados Unidos por vez primera en 1965 y luego olvidada entre la producción del autor, tuvo que esperar casi medio siglo para poder ser recuperada y disfrutar, por fin, de cierto éxito; sobre todo en Europa.

Estamos ante una de las maravillas de la provincia americana, casi como el paisaje otoñal de colores ocres que inunda los bosques en otoño o la especial quietud de las montañas cubiertas de nieve; porque Stoner es más que una simple novela, es una epopeya de la cotidianidad de la clase media en el Midwest. Por supuesto que no es la gran novela americana ni tampoco aspira a serlo: es una novela americana y basta con eso. William Stoner es un profesor gris de la universidad de Columbia en el Missouri; un hombre de mirada ausente y hombros caídos, que nace en una humilde familia campesina y parece destinado a repetir el sacrificado trabajo de sus padres. Sin embargo, en Stoner se revelan -casi de improviso- unas capacidades para la docencia universitaria que le alejan (aunque sea únicamente cuarenta millas) de su localidad natal, Booneville y del futuro que le esperaba.

Williams cumple un milagro, hacer que el lector se interese por una vida plana y monótona, por una biografía anodina y miserable. A través de una estructura lineal y progresiva (no se recurre ni tan siquiera al recurso del flash back), de una escritura clara y ordenada que en ocasiones alcanza cotas de un lirismo contenido, asistimos al desarrollo vital de William Stoner, a la tristeza de una existencia condenada a la mediocridad: su difícil ambiente familiar (una mujer que le hace la vida imposible, una hija ausente), sus relaciones y tensiones con los demás colegas del departamento universitario, un enternecedor escarceo amoroso, sus clases...


Un material literario que en un primer momento puede alejar al lector, temeroso de sumergirse en una aburrida cotidianidad, pero que se revelará de una hondura y de una sensibilidad superlativas (en 1963 Williams comentaba en una carta a su editor que una compañera de la universidad le ayudó a pasar el manuscrito a máquina y que cuando un día acudió a visitarla para ver los progresos del trabajo, se la encontró llorando por la emoción: “estaba terminando de escribir el capítulo 15. Grandes lágrimas le caían por las mejillas”). Stoner es la novela de todos nosotros, la historia de la intimidad doméstica, de sus dramas y de sus tragedias.